Andrómeda o el fascinante y lisérgico peregrinaje de Zé Burnay

No hace falta entender completamente una obra artística para deleitarse con ella. Ejemplos hay para aburrirnos y en todas las disciplinas; desde las películas ilusorias de David Lynch, los libros existencialistas de Pessoa, la sofisticada ininteligibilidad de Foster Wallace o las canciones extrasensoriales y enigmáticas de Radiohead, el arte se expande y escabulle en ocasiones inabordable, siempre imperfecto y libre. 

El cómic no es una excepción, aunque sí son excepcionales las obras que transitan por este sendero con audacia, talento, sentido y calidad. Porque no vamos precisamente sobrados de ellas. Ocurre que en el pequeñito, endogámico, marginal y perezoso universo editorial español, cuesta arremangarse los pantalones y marcarse un John Sutter en busca del oro en viñetas. Mondo Cane Books ha encontrado una gema brillante en la obra inédita de Zé Burnay, joven autor portugués semidesconocido por estas tierras, cuyo nacimiento en la romántica y frondosa Sintra, sin duda, ha tenido influjo en sus cómics.

Con Andrómeda o el largo camino a casa, Burnay nos invita a un perturbador, hipnótico, desconcertante y onírico periplo por un inquietante valle, acompañando las andanzas de un nómada que no es sino una mezcolanza de Rasputín, Jesús de Nazaret y un joven Alan Moore. Seguro que el sabio de Northampton disfrutaría gozoso y ensimismado en esta alegórica y críptica travesía por el desierto, mitad viaje a los infiernos, mitad tránsito a la locura, a ninguna parte o al interior de nuestros rincones más lisérgicos. 

Esta resplandeciente pesadilla nos puede recordar a tantos pasajes de la ficción (Conan El Barbaro, Mindsommar, Paris, Texas, Jeremiah Johnson…) como a ninguno, porque no hay nada que se le parezca con exactitud.

Burnay hace del desprecio al lector su mejor y más acertada decisión; y tan solo se acerca al canon en el apartado gráfico, donde admiramos un lápiz hiperrealista que bebe y, de qué manera, de la universalidad de Barry Windsor Smith. Burnay nos deja boquiabiertos con un trazo fino, limpio y preciso, que hace de cada viñeta un pequeño cuadro. 

He leído ya tres veces esta novela gráfica. Tres veces he tenido que aplaudir la osadía del autor. En cada una de sus lecturas me surgieron nuevas preguntas, insólitas referencias, interpretaciones tan subjetivas y estrambóticas que caminaban por el desfiladero del absurdo.

Quien busque aquí una historia convencional se ha equivocado de cómic; quién desee explorar los límites de los géneros, de la narrativa y de su propia capacidad cognitiva hallará un vibrante desafío.

Desconozco si Zé Burnay habrá pensado alguna vez en las cavilaciones a donde me ha llevado este nómada resiliente con pintas de motero harto de peyote. Sospecho que mi mente divaga por sus viñetas sin demasiado sentido, vacilante y desnortada; pero a estas alturas de la película, habiéndome sumergido tan a fondo en este indescifrable sueño, que esté o no en consonancia con el sentir o con las nobles intenciones de su autor, la verdad, me importa un bledo. 

Autor: Alejandro Lopez Menacho

Periodista working class. Cofundador de La Réplica. Escribe donde puede; en El Salto, Culturamas, SecretOlivo, Coolt, Diario Red entre otros. Es autor de los libros "101 películas para entender el presente" en Héroes de Papel y "Ajuste de cuentas" en Olé Libros.