Personaje secundario, de Enrique Murillo

He leído, con premeditación y alevosía, en apenas una semana, un libro de memorias de quinientas páginas que son muchos libros al mismo tiempo. «Personaje secundario» el libro de Enrique Murillo, mi primer editor y una de las figuras editoriales más fascinantes de los últimos cuarenta años en España.

Antes que nada, un disclaimer. El año que conocí a Enrique, yo tenía 29 años y le había presentado el manuscrito de «Yo, precario», era ajeno al mundo literario y me preguntaba quién diantres era verdaderamente ese señor de apariencia inglesa, obsesionado con la narración y no con la explicación, tan educado y amable, que había salido del entresuelo de un mundo lleno de pirañas, el mundo editorial.

Ahora lo comprendo todo mejor.

Y es que en «Personaje secundario» Enrique narra abriendo puertas y ventanas casi toda su vida profesional alrededor del mundo del libro, destapando su miserias y dando un baño de realidad sobre su realidad actual. Un mundo cainita, de ricos que se apuñalan en despachos y pobres que siguen en ese universo entre la vocación y la desesperación, un ecosistema donde todos se conocen y conviven, repartiéndose un pastel demasiado pequeño.

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Loli y los monstruos del celuloide

Tiene el mundo del cine la dudosa habilidad de engañarse con trampas al solitario. Mientras el Instagram echa humo y el glamour de las premieres y los festivales se suceden, cientos de miles de artistas (actrices, cámaras, montadores, responsables de vestuario, etc.) malviven a diario en una industria famélica donde el más ilustre no quiere saber qué hace con la mano izquierda.

Las miserias del sector, la precariedad y la capacidad de resiliencia son el motor de este dramedia gaditano, que hace virtud de la optimización de medios. Con minimalismo, originalidad, sentido del humor y mala baba te narra la historia de Loli, una actriz y pastelera quincuagenaria que vive con su hija depresiva y jamás renuncia al sueño de protagonizar un largometraje.

Y es, a su manera, siempre dura, a veces patética, a veces un pelín esperanzadora, siempre un ejercicio de dignidad. Porque lo que propone Coraje es que sea precisamente eso, la rabia, el amor propio, nuestra capacidad de emocionarnos y encontrar belleza en un mundo que se cae a pedazos, lo que impida que se extingan nuestros sueños.

Con una actuación para el recuerdo de Montse Torrent, y la compañía de un reparto muy acertado (con Dechent, como siempre, fenomenal), esta película reivindica el derecho de las personas a dedicarse con garantías al mundo del cine y denuncia las miserias de una clase política que abandona a sus creadores para entregarse al folclore más peligroso posible: el que lleva a la población a la estupidez supina.

Rotunda, los nuevos jefes son los viejos jefes de siempre

Aunque el ecosistema laboral haya sido objeto de estudio en el mundo del cómic de forma frecuente los últimos años; desde un punto de vista histórico como “Los combates cotidianos” o “Entretelas”, hasta una óptica más moderna, con “Cuando el trabajo mata” y “Esclavos del trabajo”; lo cierto es que la permanente tensión entre las condiciones laborales y la clase trabajadora conducen a los autores y autoras a seguir indagando en esta problemática. El trabajo es un tema, probablemente EL TEMA de nuestros días. Las nuevas fórmulas de precariedad laboral, la legión de trabajadores pobres y las nuevas tecnologías como gran aliada de la explotación da para un género en sí mismo que viene a explicar las diferentes apariencias de la miseria humana.

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