He leído, con premeditación y alevosía, en apenas una semana, un libro de memorias de quinientas páginas que son muchos libros al mismo tiempo. «Personaje secundario» el libro de Enrique Murillo, mi primer editor y una de las figuras editoriales más fascinantes de los últimos cuarenta años en España.
Antes que nada, un disclaimer. El año que conocí a Enrique, yo tenía 29 años y le había presentado el manuscrito de «Yo, precario», era ajeno al mundo literario y me preguntaba quién diantres era verdaderamente ese señor de apariencia inglesa, obsesionado con la narración y no con la explicación, tan educado y amable, que había salido del entresuelo de un mundo lleno de pirañas, el mundo editorial.
Ahora lo comprendo todo mejor.
Y es que en «Personaje secundario» Enrique narra abriendo puertas y ventanas casi toda su vida profesional alrededor del mundo del libro, destapando su miserias y dando un baño de realidad sobre su realidad actual. Un mundo cainita, de ricos que se apuñalan en despachos y pobres que siguen en ese universo entre la vocación y la desesperación, un ecosistema donde todos se conocen y conviven, repartiéndose un pastel demasiado pequeño.
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