Loli y los monstruos del celuloide

Tiene el mundo del cine la dudosa habilidad de engañarse con trampas al solitario. Mientras el Instagram echa humo y el glamour de las premieres y los festivales se suceden, cientos de miles de artistas (actrices, cámaras, montadores, responsables de vestuario, etc.) malviven a diario en una industria famélica donde el más ilustre no quiere saber qué hace con la mano izquierda.

Las miserias del sector, la precariedad y la capacidad de resiliencia son el motor de este dramedia gaditano, que hace virtud de la optimización de medios. Con minimalismo, originalidad, sentido del humor y mala baba te narra la historia de Loli, una actriz y pastelera quincuagenaria que vive con su hija depresiva y jamás renuncia al sueño de protagonizar un largometraje.

Y es, a su manera, siempre dura, a veces patética, a veces un pelín esperanzadora, siempre un ejercicio de dignidad. Porque lo que propone Coraje es que sea precisamente eso, la rabia, el amor propio, nuestra capacidad de emocionarnos y encontrar belleza en un mundo que se cae a pedazos, lo que impida que se extingan nuestros sueños.

Con una actuación para el recuerdo de Montse Torrent, y la compañía de un reparto muy acertado (con Dechent, como siempre, fenomenal), esta película reivindica el derecho de las personas a dedicarse con garantías al mundo del cine y denuncia las miserias de una clase política que abandona a sus creadores para entregarse al folclore más peligroso posible: el que lleva a la población a la estupidez supina.